martes, 6 de enero de 2009
Obra. ¨Aplausos¨. 2006. Bordado a mano. 174 x 80 cm.
Serie. ¨Ejercicio de manipulación con objeto¨. 2006. Bordado a mano. 103 x 69 cm. c/u.
Obra. ¨Yurisleydi¨. 2007. Escultura blanda. Tamaño natural.
Obra. ¨Quipu de fertilidad¨. 2004. Grabado sobre madera y nudo. 94 x 37 cm.
Obra. ¨La justa¨. 2007. Técnica mixta. Tamaño natural.
Obra. ¨Alfiletero¨. 2007. Escultura blanda y alfileres. 30 x 20 x 12 cm.
Obra. ¨Avio de pesca I ¨. 2005. Costura y ensamblaje. 168 x 220 cm.
Obra. ¨Avio de pesca II¨. 2005. Nudos de corbatas. Dimensiones variables.
Obra. ¨As de corazones¨. 2005. Aplicaciones. 200 x 115 cm.
lunes, 29 de diciembre de 2008
La obra de Mayra Alpízar se inscribe en el discurso femenino por razones más que evidentes. No se trata de incorporar agujas, hilos, retazos; sino que éstos son su arte.
El medio deviene entonces contenido, una sabiduría arraigada al género que la artista ha sabido convertir en imagen y enunciamiento más que palabra.
La exposición que nos presenta bajo el título: “si Aristóteles hubiera guisado…”, emplaza al otro masculino a un espacio de denuncia. La mujer ya no es grácil y amada, sino que se vuelve arma con los instrumentos que la han signado.
Hay aquí una postura irónica que devuelve los objetos de seducción –Avíos de Pesca 1 y 2- como elementos de poder, reformulando sus funciones inherentes y llevándolas a un pensamiento sobre lo social que cala en su conciencia y en la forma en que ésta reordena los roles: la corbata ata, el sostén atrapa.
Sus delantales suponen otro espacio también canónico, que le sirve para narrar la experiencia, sobredimensionando las sensaciones y el papel de la memoria individual y de su sexo.
Sin embargo no es este el segmento de su obra quien define los alcances de su hacer. Sus obras que refieren la maja y los abstractos insertan otros códigos específicamente artísticos. Mayra se apropia del espacio masculino y lo subvierte para dar y definir otro lugar en la historia que le ha reseñado. Ella es quien se vuelve protagónico ausente, señalando la relatividad de los juicios que le han definido.
Yamila Gordillo y Helga Montalbán.
Especialistas del Centro de Arte de Matanzas.
Exposición "...si Aristóteles hubiera guisado..."
¨Dulce hogar¨. 2005. Aplicaciones, bordados y atrezo. 70 x 50 cm.
¨Medusa¨. 2005. Aplicaciones y bordado. 70 x 50 cm.
¨Heridas¨. 2005. Aplicaciones, bordados y corte. 70 x 50 cm.
¨Memoria¨. 2005. Aplicaciones y objetos personales. 70 x 50 cm.
¨De ocasión¨. 2005. Aplicaciones y costura. 70 x 50 cm.
¨Mi santo¨. 2005. Aplicaciones, bordado y crochet. 70 x 50 cm.
¨De cuidado¨. 2005. Alfileres sobre piel. 70 x 50 cm.
¨En celo¨. 2005. Broches de presión sobre pana. 70 x 50 cm.
¨Ilusión¨. 2005. Aplicaciones y huellas de uso. 70 x 50 cm.
¨Remiendos¨. 2005. Aplicaciones, cortes, zurcido y enguatado. 70 x 50 cm.
Otros fragmentos de interior.
Coser es hilvanar palabras. Juntar telas, ideal paralelo a las fragmentaciones de la memoria que libremente asocia recuerdos y reconstruye
Casi todos los supuestos con los que trabajan y dialogan los estudios de género se han valido de tales afirmaciones, de tales recursos tropológicos más o menos velados al intentar desentrañar los herramientas con las cuales las artistas mujeres se han posicionado frente a las obras por ellas producidas. De este modo se hace ya larga la asociación entre mujer y fragmentación. Largo el planteo que asevera que las obras de arte producidas por mujeres encadenan los hechos sin preocuparse por conducirlos a un nivel simbólico.
Es así que si tomamos como referente la obra de Mayra Alpízar para un análisis que intente desentrañar hasta dónde dialoga consciente o tangencialmente con estos códigos de la modernidad discursiva, estaríamos convocados a una suerte de metáfora doble. Hacer tropo lo que ya es metafórico en su esencia. Inventar paralelos donde habita, mitad ingenua, mitad provocadora la mano de la artista que reconstruye con fragmentos de tela un discurso que se sabe fragmentario tanto en su génesis como en su praxis y consiguiente devenir.
Quiero hablar aquí de las mujeres de Mayra Alpízar inventadas sobre un soporte que dialoga con la memoria. Que pone parches allí donde se quiso olvidar algún dolor antiguo. Que ata un fragmento de tela cortada donde fuere necesario Que hilvana-sobre o al lado- de donde lo necesita la artista. Las mujeres de Mayra Alpízar que son niñas, novias, amantes sin estado civil determinado que acompañadas por la sombra (el parche del amante) abrazan o solas hacen equilibrio. Mujeres signadas por la obsesión de la soledad y en la soledad juegan con sus cuerpos, a ratos fuente de placer, a ratos animal desconocido. Madres-amantes que juegan a cambiar el rol según necesidad. Mujeres embarazadas en cuerda floja sobre la ciudad. Mujeres-islas. Mujeres-mito.
Quiero hablar del cosmos simbólico y mitológico que ha elaborado Mayra Alpízar y donde ha colocado como subjet al cuerpo femenino. Desarticular sus hilvanados fragmentos. Poner cada pieza de tela suelta, una al lado de otra y comenzar, de ser posible, la reconstrucción colocada, tal y como gusta hacer la artista, en la génesis.
Uno de los primeros tapices, titulado Eva, hablaría ya de ese afán de historiar lo ahistórico (el sujeto mujer). Y ese instinto lo (re)produce la artista desde la combinación, la natural convivencia de mitologías; pero trabajando el vértice donde ambas confluyen al enunciar sus mitos asociados a la feminidad
La imagen femenina es apenas una línea al pié, sin rostro y en posición fetal. Alusión al nacimiento; historicidad se acomete desde el elocuente silencio, la sugerencia, la representación de los símbolos. La manzana judeo-cristiana, los girasoles de Oshún y el rayo viril (fálico) que divide a la manzana en su más evidente proceso de travestimiento (manzana-vagina). En el principio (Eva/Oshún) fue ya escindida, abierta por el rayo. Y no da la artista juicios de valor, no interesa. Estamos en el capítulo I de la historia, parece decir y es justo ese nacimiento lo que quiere destacar. El rayo que irrumpe y divide. La vagina que se abre y aguarda acompañada de los quietos girasoles.
Otras manzanas aparecerán a través del recorrido que proponen los tapices de Mayra Alpízar. Si revisamos el titulado Puerta del Edén, encontraremos como la autora retoma el mito y convoca a la fragmentación (recurso cabecera que en la estructuración de la propia pieza encuentra respaldo) para proponernos toda una gama de explicaciones que no interpretaciones que tienen como objeto de representación a la mítica fruta ya antes protagonista simbólica de universo femenino.
Los amantes en la puerta del Paraíso sostienen la manzana que es a su vez extraída de su configuración plana y esencial para quedar reinterpretada en otras cuatro variantes interpretativas.
La fruta símbolo indiscutible de la sexualidad en Occidente puede pender de un hilo o estar entre barrotes, quedar suspendida de la punta de una nube o destrozada ser servida a la mesa de algún amante también deshecho. La pareja de la génesis, la sexualidad en la génesis, la relectura del pecado original es planteado por Alpízar desde la pluralidad, también ahistórica de los amantes menos felices, los siempre expulsados de toda tierra en que no se cumplan las leyes organizadas por un orden tan arbitrario como un Dios invisible.
Obra. ¨A la sombra de un ala¨. 1994. Aplicaciones y bordado. 135 x 89 cm.
El ala, los parches, el soliloquio.
A la sombra de un ala es una pieza que merece especial atención. Tanto su factura como el universo temático que desarrolla .
El modo en que aparece representada, al centro, la mujer en uno de sus ritos solitarios (el onanista) establece un diálogo controversial con todo el mundo de referentes que se tiende sobre sí como una sombra.
El ala, el ala blanca, cargada de significación celestial. El ala del ángel, la mujer ángel, la musa blanca se masturba a la sombra de todas sus obsesiones. La familia pintada por los niños, naif que no es sino simple mimetismo de reales dibujos infantiles. Naif que no lo es y sin embargo establece la relación plástica con él. Las telas floreadas usadas por las madres para cortinas y sobrecamas, haces de un sol que se empasta con el ala.
El ala del ángel que está sola y ha perdido todo vértice de inmaculación y pureza, atendiendo de nuevo a la subversión del mito profano del pecado de la carne.
Si imaginamos que la mujer a la sombra ( y no perder el detalle de la noción de umbrío, no luz, no totalidad pura) es una madre y que es además, madre-ángel-onanista, caeremos en cuenta de inmediato de cuál es la variante discursiva que la artista ha elegido.
El abordaje del tema de la soledad, la maternidad y la familia en general se presentan conflictivas desde una posición lateral (elemento bien típico de las formas de elocución femeninas). La mujer que se masturba no ha renunciado a sus marcos referenciales históricos (niños ,telas, connotación celestial). Sin embargo, el placer y la castración de ese placer, que ha estado también históricamente asociado a dicho marco referencial, no encuentra espacio de renuncia, sino de afirmación.
Atendiendo a elementos formales del diseño de esta pieza, encontraríamos otro de los axiomas que la crítica ha dado como bueno al esbozar algunas caracterizaciones globales de las obras de arte producidas por mujeres: se subraya permanentemente el detalle, como pasa en el relato popular, lo cual dificulta la construcción global del símbolo. ( Traba: 12).
El universo simbólico de la artista está construido a base de fragmentaciones y detalles que efectivamente dan al traste con la construcción de un símbolo que se presta difícil a su construcción global, pero que no desaparece sino que se enmaraña y enuncia a través de otros derroteros que la enriquecen.
El elemento formal del parche está directamente relacionado con esa insistencia en destacar detalles y hacer uso del recurso de la fragmentación. Y esto, a su vez, con la representación de los diversos arquetipos femeninos con los que gusta trabajar.
Cuatro son los tapices en los que aparece el recurso del parche asociado a figuras femeninas: Un parche para el maestro; El parche azul, la luna y las estrellas; Composición en triángulo con paisaje de Chirico y La sobrecama rosa.
Con excepción de Un parche para el maestro, en el resto de las piezas el sitio de los parches lo ocupan figuras masculinas. Figuras que no aparecen representadas en ningún caso en su totalidad. Figuras desdibujadas, apenas contornos sin rostros, dando un especial acento a la noción supletoria del parche al anonimato, la ausencia de identidad fija, cualquier figura puede ser el parche transitorio.
Pero hagamos un alto. Tal parecería que esta noción de suplencia, de interinidad, deba leerse desde la pena o la dependencia a colocar el parche porque no hay remedio. Esa sería a mi juicio la propuesta de lectura falaz, un guiño lúdico de la artista que poniendo parches, simulando estar a la siniestra del varón porque no hay otro remedio , en realidad lo que hace es re-enunciar todo el discurso del poder. El parche en su esencia movediza,( fragmento de tela que se quita, pone y repone cuantas veces se estime conveniente) viene a ser el detalle simbólico de las variantes tangenciales de poder.
Alpízar se ha sumado a ese grupo de artistas y así ha incorporado dentro de sus recurrencias temáticas el de la isla travestida de joven muchacha.
Otro mito. Otra alegoría. Nacidos quizá con las amazonas que a costa del encerramiento insular, la claustrofobia, terminaron siendo confundidas con la reunión de tierra y agua que es toda isla. Un proceso metonímico más que ha recorrido la historia del arte y la literatura con no pocas elaboraciones acertadas.
El mito de la isla femenina encuentra en los tapices de Mayra Alpízar clímax de elaboración formal y discursiva en La dama de
El primero de estos vuelve a tener como centro de representación al cuerpo de una joven muchacha de torso casi desnudo al cual cubre una Ceiba. Detrás la noche.
Clara es la intencionalidad de la artista al hacer convivir ambos elementos, símbolos tan fuertes dentro del imaginario nacional. La noción de Patria acuñada por Martí y colocada a la diestra de la imagen de la noche por él mismo, queda reforzada por el motivo de
Las raíces de
Quizá para resumir lo que este tapiz nos propone, sea el juicio de Laura Ruiz uno de los más iluminados senderos:
Otra es la propuesta de Vereda tropical aunque siga derroteros en principio familiares. De nuevo el cuerpo desnudo y femenino al centro de la pieza. De nuevo el detalle que destaca la alegoría. El lagarto verde que recorre el cuerpo de la joven. Cuerpo símbolo del animal sobre el cuerpo también mítico y simbólico de la hermosa. Isla sobre isla. Tropo sobre tropo. Y una caricia, melancólica
Varias y de vario espectro ideológico pueden ser las lecturas que esta pieza suscite. A ello invitan una serie de detalles cuidadosamente colocados por Alpízar dentro del cuerpo del tapiz. Pero el más sugerente de todos es la cita de Goya.
El desastre que lleva como título “Las resultas” y que incluyera el pintor español dentro de la serie que tuvo como referente real la invasión francesa a España en los primeros años del siglo XIX es citado por la creadora a los pies de su muchacha que acaricia al lagarto verde. Y hay una puerta. Y una especie de vereda a la que se integra “Las resultas” y sobre la cual la joven transita y el marco de esa puerta, de salida, al final.
La nación insular dolida en las resultas de la historia se encuentra ante la angustiosa decisión. Acaricia y abandona.
La cita “interpictórica” es la clave de otro entendimiento esencial. El cuerpo de mujer es el soporte a la disyunción, a la reconstrucción del mito falaz de la vereda (voz cargada con la noción de lo feliz, lo tropical) que se mezcla a sus pies con el desastre.
Pero hay una puerta.
Ruiz, Laura: “De miel y humo en el tapiz desgarra”. Arte Cubano. Revista de Artes Visuales, No 2
Traba, Marta: “Hipótesis sobre una escritura diferente”.
Mabel Cuesta.