domingo, 28 de diciembre de 2008

Obra. ¨Tan azul como tu cielo¨. 1999. Aplicaciones, bordado, xilografía y foto impresión sobre tela. 160 x 101 cm.


Asi es la edad

“Así es la edad, así el espacio justo
que ama el nocturno corazón del hombre, fabuloso el aroma para el gusto, despojada la tierra para el nombre.”

Eliseo Diego.
Por los extraños pueblos.
I

Verdadero, legítimo es el padre que puede ser buscado y mejor aún, hallado, atravesando todos los laberintos. Absolutamente real es el padre cuya totalidad puede ser intuida, descubierta, a partir de los fragmentos de imágenes que de su vida pueden percibirse. Tarea noble y ardua es ir en pos del padre. Nunca se sabe bien qué habrá de encontrarse y al estar tan implicados nada nos será ajeno. El tránsito de la búsqueda, el camino del (re) conocimiento se convertirá en viaje y sendero hacia nosotros mismos. De ahí que no todos estemos preparados para enrolarnos en la definitiva expedición que es buscar a nuestros padres, sea cual sea el camino, hallemos lo que hallemos al final de la travesía.
"Tan azul como tu cielo" es el nombre de un tapiz de la artista Mayra Alpízar (Matanzas 1956) que es, ante todo, un retrato; el mejor de ellos. Tradicionalmente sólo aparece un rostro sonriente o de extraña seriedad, alegre o triste pero sólo el rostro del momento del flash o de las sesiones de trabajo del pincel. En este tapiz es diferente y lo que hace efectiva la diferencia es el muestreo de imágenes que rodean la figura masculina, inmensa, que está en el centro. Estos elementos que circundan se erigen en recuerdos dados hábilmente a través de diferentes técnicas. Aparecen agrupados, conforman un excelente marco que acordona la imagen central . Son la constatación de que el hombre existe porque ya se sabe que existir es ser y actuar en el universo.Mayra Alpízar abre un paréntesis con esta obra. Antes había dibujado y bordado el peligro latente, sutil y hondo de la femineidad y de las aguas de una ciudad. Se había valido “de un folklore mucho más contemporáneo-como el de las técnicas de arpilleras- u otro mucho más antiguo-como el de ciertos códices precolombinos- ejemplos de cómo lo tradicional puede ser a la vez una manera de cronicar el presente” (1)
El hombre que ocupa el centro del tapiz es el padre de Mayra pero eso no es lo más importante. Lo esencial es que es un PADRE. Un padre que se vislumbra como centro y fuerza mayor de una obra de arte, en un momento, en unos años, en un mundo en que la figura paterna ha perdido buena parte de la sacralidad que durante siglos le ha acompañado y definido. El camino comenzó en la antigüedad; el hombre, cabeza de la gens, luego fue el padre guerrero que dirigía batallas y representaba el hogar medieval creando normas y aconsejando a los más jóvenes. En el inicio de todo, el padre mayor: “Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de nuestra peregrinación” ( primera epístola universal de San Pedro Apóstol 1-17) y finalmente el apelativo hermosísimo, devenido en jerga cubana: el Puro, vocablo que logra aunar todas las definiciones anteriores, demostrando una vez más la certeza de la voz popular... y de eso se trata, de lo Puro como centro irradiante de esta obra.

II

La balada del álamo carolina, es un conocido libro de historias de Haroldo Conti. Allí aparece un cuento llamado “Perfumada noche” que su autor dedicó a su tía Haydée, para que nunca se muera. Esa dedicatoria y el inicio del cuento fueron las segundas referencias que acudieron a mi mente la primera vez que vi este tapiz (entre las primeras estábamos mi madre y yo). El cuento en cuestión comienza:
“La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezasque cabe en unas cuantas líneas [o en unas cuantas puntadas]. Pero a veces, así como hay años de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vidade ese hombre es una luz deslumbrante”.

Mayra en este tapiz descubre y muestra los puñaditos de tristezas y los minutos de la vida de un hombre y lo deslumbrante es que la artista halla podido retener ese instante fugaz e irrepetible en el que lo social se convierte en privado, el momento en que lo público pasa a ser íntimo.
Todos podemos tener guardadas fotografías de la familia, los matrimonios, los hijos...todos tuvimos (o tenemos) un radio VEF y el dolor de un “doble nueve” clavado en las costillas. Esto es el hecho público, el privado comienza al situar en el centro del tapiz a su padre. No es entonces el espíritu de la creadora lo que emana sino es el espíritu del padre el que escapa de la obra. ¿Será que algunos hijos pueden expresar mejor el alma de sus padres que estos mismos? Es probable, de la misma manera que algunos hijos pueden expresar el espíritu de la patria, de la nación, mejor que cualquier página escrita, mejor que cualquier reseña y mejor que cualquier contienda.
Es hondo el trascender insular cubano de este tapiz que obliga a la observación silenciosa y al reconocimiento que impone el mirar para después derivar en el mirarse. Uno “mira”, percibe el mundo de esencias de un padre y queda inexorablemente remitido a su propio mundo de esencias. El mayor poder que logra esta obra radica en las respuestas por sustitución. Vamos componiendo un tapiz propio: al centro la imagen de mi/nuestro padre o de mi/nuestra madre primeramente. Luego se sucede todo el inventario de las fotos de la boda de nuestros padres y de los cumpleaños... pero en algún momento ocurre un deslizamiento y sin saber cómo somos nosotros mismos –los hijos- los que de repente estamos en el centro del tapiz y son nuestras las fotografías de cumpleaños y bodas que nos rodean. Nuestra es entonces la palma real que se levanta en el extremo inferior izquierdo, sembrada en la tierra (carmelita o colorada, al decir del cubano) que sirve de telón de fondo y apoya toda la obra. Ha ocurrido un simple fenómeno de sustitución y resulta increíble como siguen resultando válidas todas las imágenes -parches dentro del tapiz- que enmarcan y rodean la figura.
La palma real está sobre un fondo azul, también lo están las flores blancas y las nubes claras en un cielo despejado, tranquilo. Ocupan estos tres elementos posiciones determinantes dentro de la obra. La palma real, atributo cubano, raíz en tierra, es la fuerza que ayuda a atemperar el ánimo. Representación de la nación donde el padre nació y vive. La palma real constituye memoria de memorias porque como dijo Cicerón “sólo la patria abarca todos los amores”. La palma real es el símbolo que lo agrupa todo. Las flores blancas y el cielo claro son la ausencia de dudas, la conciencia límpida, memoria del alma que sabe que siempre podrá regresar a las transparencias de este azul, a la claridad de ese blanco. Tres elementos en los que el color azul está muy presente. Frío para expresar la calidez y la protección. Fiesta del azul y el blanco que van alternando con las fotografías en blanco y negro impresas sobre tela y con las xilografías que también bordean. Son fotografías familiares en el sentido más amplio del término porque en ellas aparece la familia consanguínea, la que carga a sus hijos en los cumpleaños y la familia elegida, esa otra que queda iniciada en toda boda, unión y concilio. Las fotografías muestran los cambios que van ocurriendo en la vida de un hombre y terminan convirtiéndose en una transformación del hombre mismo. Están impresas en blanco y negro para igualarlas. Hay fotos de la boda del padre (necesariamente sin ardientes colores) y hay fotos recientes, propias de la era del color pero Mayra las muestra todas en blanco y negro para dar la conocida ilusión de memoria, retrospectiva de una vida, recurso de otro arte: el cine. Puente de una manifestación artística a otra. Pero no son sólo los ángulos azules y blancos y las fotografías familiares lo que rodea al padre, también aparecen un cúmulo de símbolos que trasmiten una historia de vida: puñaditos de tristezas y minutos deslumbrantes.
En el plano superior aparece un radio VEF, equipo electrodoméstico que todo cubano conoce. Nos remitimos a las relaciones de la Isla con países otrora socialistas. Presencia de otras tierras en tierra propia. A través de este radio llega lo externo al hombre: noticias y música. Este aparato es un símbolo que contiene otros. Por su condición de trasmisor de ondas sonoras es signo de comunicación e información y es, también, por esa misma condición signo de tolerancia. Un radio no es una casetera, no es un walkman, no es una torre de C.D, en un radio no es posible elegir entre un número muy variado de cintas de música o de discos. Ante las emisoras de radio sólo queda la postura de aceptar, tolerancia que permitirá entender e integrar. Oído que permitirá escuchar e interpretar. Oído atentísimo porque al llegar al final de la música o la noticia no podrá repetirse lo escuchado.
Junto al radio hay una jaula donde está encerrado un pajarillo ¿y qué puede significar un pájaro enjaulado entre las verdades de una vida? Podríamos invertir los términos y concluir que si los pájaros aparecen volando son el número de opciones, de posibilidades, en cambio un pájaro enjaulado es una decisión. Es elegir algo y abandonar el resto de la bandada. Un pajarillo encerrado es siempre una decisión pero también puede significar lo que no se dijo, lo que no se hizo, las palabras no pronunciadas que quedaron atrapadas definitivamente, los abrazos que no se dieron, las miradas que se evitaron. Como el radio, el pajarillo es también un símbolo multiplicado. El pajarillo enjaulado al lado del radio ¿también saldría música de ese adentro? ¿O acaso el radio sea la música, las palabras y el pajarillo enjaulado sea el silencio?
Debajo del pajarillo una humeante taza crea la ilusión del café con leche de todas las mañanas del mundo, esa taza son todos sus amaneceres, las primeras palabras de cada día, el aliento antes de que el “doble nueve”, pieza difícil del juego de dominó lastime, golpee. El “doble nueve” aparece firme en su verticalidad. No está horizontal, no está caído ni reposa, es una amenaza latente. No voy a extenderme enumerando todos los nombres por los que los jugadores conocen esta ficha ( la más grande, la menos pesada-porque es la que mas huecos tiene-, la más negra...), sólo apuntaré que ninguno es halagador. El “doble nueve” es el otro elemento que se integra a la gama de los azules, pero este es sombrío, opaco, oscuro, lo que hace aparecer –por contraste- mayor claridad en el fondo azul de la palma, las flores y las nubes a las que ya me referí. Al mirar el “doble nueve” dan deseos de mezclar este azul umbroso con el azul claro para que vaya desapareciendo poco a poco lo tenebroso.
Con este tapiz, Mayra Alpízar intenta develar misterios mostrando intimidades. Enseña qué ha hecho este hombre [cualquier hombre, el hombre] con casi todo lo que tomó para sí, con la parte pública que se adentró en su vida. Sin embargo hay un misterio que subyace. Nada está escondido, todo queda a la luz pero permanecemos con la sensación de preguntar qué hay más allá, más en lo hondo? Y esto no es un hecho aislado. Toda la obra de Mayra Alpízar está llena de este misterio. “Es ésta una obra de la que es muy difícil ser detractor y de la que se precisa ser cómplice para apreciarla en su justa magnitud” (2)
Hay detalles que conmueven por su delicadeza. Hay momentos en que pareciera que nos asomamos a la habitación del viejo y vemos ahí encima de la mesilla su caja de cigarros, tranquila, mientras él escucha un juego de béisbol por la radio. Nos quedamos en la puerta sin adelantar un paso, detenidos en la mirada ingenua de este hombre gigante que está sentado en el centro, con las manos quietas sobre los techos del central azucarero donde trabajó muchos, cien, mil días y noches. La mirada está perdida, mira a la lejanía. El ingenio ahora mismo está en ruinas, ya no tiene esa torre erguida que se observa en el bordado pero el hombre del tapiz aún no sabe que este presente mío era su futuro cuando Mayra lo trabajaba. Él no sabe que de su central va quedando cada vez menos y que el tren de carga se aleja más, más y más...
Los pensamientos del viejo se mezclan con un tul negro, delicado, los pensamientos son vaporosos como la tela empleada y el modo en que el humo está dispuesto se parece al que tienen los pañuelos cuando el mago los va sacando de la varita. El pensamiento va escapando por entre el tul y los pies están apoyados sobre yute, suelo conocido, seguro y humilde. En el centro del tapiz, los colores varían entre el negro, el gris, el sepia, en cambio resalta poderosamente la camisa del padre, roja y naranja, sol y fuego. Mayra ha querido mostrárnosla muy alegre, será porque debajo está el pecho. Viejo guajiro amado con camisa dominguera que cubre y – con toda la cursilería que la frase encierra- protege con un estallido de colores el corazón para que (como Haydée la tía de Conti) nunca el padre se muera.
He dejado para el final tres detalles que llamaron poderosamente mi atención. Detalles que denotan la existencia de un pensamiento sólido tras el alma ancha. Y es que “nada hay en su trabajo de descuido, todo está en su sitio, allí donde mejor puede estar”(3). Y el cuidado, la mirada aguda, la observación profunda, el entendimiento sólo pueden reconocerse en los fragmentos más insignificantes, en la eternidad de los detalles. El primero de ellos es una medalla, una condecoración. Sabemos entonces que gran parte de una vida ha estado dedicada al trabajo. Y con este reconocimiento ocurre nuevamente un desplazamiento –para cerrar el ciclo- pero esta vez sucede a la inversa: de lo íntimo a lo público. El hombre entrega sus fuerzas, su alma, sus mañanas, su aliento y su desaliento al afuera, a un ámbito histórico real y palpable, se integra a la formación de una conciencia pública, colectiva. Los años de trabajo y la voluntad llegan hasta nosotros a través de un recurso mínimo. Una -en apariencia simple- medalla nos devuelve la historia, el transcurrir de un país, de una nación. La imagen plástica de la condecoración se convierte entonces en imagen histórica.
El segundo detalle es el dinero. Papel tradicionalmente recorrido por los conceptos más contradictorios. Intercambio, denotador de valores o antivalores. Tranquilidad o imitación de tranquilidad. Pero en este tapiz lo que aparece no es cualquier dinero sino un billete cubano, y es justamente el papel moneda de mayor circulación (1.00), donde aparece, inconfundible, la imagen de José Martí. Hay menos temores entonces, es un dinero ganado con esfuerzo. Habrá de decidir el padre qué hacer con él. Sucumbir, ser poseído o crecer. Misterio nuevamente, respuestas que sólo tiene el padre. Respuesta que todo padre debería tener.
El último detalle es el mechero, denotador de ausencia de luz. Y en medio de la oscuridad, un mechero puede significar pobreza pero es también claridad íntima. Podría tener muchos significados y también otros muchos segundos significados contrarios a este primero pero el realmente digno, merecedor de reverencias es el del padre de Mayra, él encontró su luz propia, la que nadie puede apagar. Humilde luz que él encendió para intentar ver y descifrar. Luz que sólo él podrá proteger del viento.

III
Todas las imágenes de las que he hablado, las que rodean al padre, son lo que él va guardando en el equipaje final para llevar consigo pero son también todo lo que tiene para ofrendar ante los altares mayores, son el saber íntimo, son todo lo que el hombre tiene para mostrar-se, son el afuera para aquel adentro. Lo que encontramos en este tapiz es el origen de una conversación, ese importante punto inicial que después devendrá en experiencia de diálogo. Un hombre está contando su vida a través de su hija, mostrando los retazos de su existencia y pudiéramos quedarnos en silencio si se tratase de algo ajeno pero no es así, estamos directamente implicados porque hemos estado también aquí y cuando digo aquí no me refiero sólo a la Isla. Hemos estado en este siglo, en el mismo planeta. Tenemos verdades nítidas o medio encerradas en jaulas, parecidas a las del hombre del tapiz. Tenemos palabras, desaliento, re-conocimientos para contar. Tenemos tapiz propio. Podemos contar al otro para que a su vez nos hable. Podemos hablarnos a nosotros mismos. Este tapiz es el preámbulo de la comunicación. Eso es la vida, un preámbulo. En esta obra está la historia real y la historia imaginada, la memoria y la metáfora. Es una conjunción del centro y de lo que rodea. Centro ocupado por el hombre donde lo que circunda adquiere el significado de todo lo que rodea a las islas-hombres. Este tapiz es la verdad de una historia. Son los años de larga y espesa oscuridad. Son nuestros propios minutos deslumbrantes.

Laura Ruiz Montes.
Publicado en La Gaceta de Cuba.
Notas.

(1) Ana G. Robaina y Juan Antonio Molina. En Palabras del Catálogo Expo personal. Galería L. C. Habana, 1992.

(2) Heriberto Hernández. En Palabras del Catálogo Expo personal. “En complicidad con Ariadna”. Galería “Massaguer”. Cárdenas. Matanzas, 1995.

(3) Pedro Pablo Oliva. En Palabras de inauguración para la Expo personal “Un rostro diferente”. Galería “Casa de Carmen Montilla”. C. Habana, 1998.

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