domingo, 28 de diciembre de 2008



Obra. ¨Maternidad¨. 1996. Aplicaciones. 208 x 99,5 cm.


Pintar tapices

Recorriendo la calle de los Oficios, próximo a la Plaza de San Francisco, el visitante detiene sus pasos a la entrada de la casa de la pintora venezolana Carmen Montilla Tinoco. Una pareja de novios – ella rodeada de estrellas, él ausente- convida a cruzar la puerta e invadir el universo sensiblemente femenino del salón.

Mayra Alpízar (1956) graduada de la Escuela Nacional de Arte y Licenciada en Enseñanza Artística, desde su Matanzas natal ha venido a mostrarnos Un rostro diferente.

La distingue la refuncionalización que logra del tapiz tradicional, una vez que le confiere contenidos y emplea recursos propios del quehacer de la pintura. Podría afirmarse pues, que recurre a la técnica del bordado y el parche para “pintar” tapices. Tal oficio, representativo de la laboriosidad y delicadeza de las féminas, entronca su realización con esta otra manifestación, de la que resulta una simbiosis de las artes menores y las cultas.

La autoreferencia, lo palpable de su controvertido, fantástico y enigmático mundo interior y el despliegue, además, de sentimientos y preocupaciones, que constituyen problemas universales de la mujer, se vuelven propiedades de su creación; atributos asociados al sexo y al espíritu. Lunas, flores, frutas, pájaros y mariposas, así como los temas maternales, infantiles y de las relaciones humanas y de pareja hilvanan una idea general del “discurso femenino”. El tiempo se convierte muchas veces en protagonista, por medio de un reloj de arena (marcador implacable) o de ánforas u otros motivos que trasladan al espectador hacia eras pasadas. Mientras nuevos símbolos funcionan para expresar la naturaleza de las dualidades.

Obra. ¨As de corazón rojo¨. 1998. Aplicaciones y bordado. 100 x 70 cm.

Con cabal conocimiento de las tendencias artísticas contemporáneas, Mayra acude al lenguaje de las instalaciones para construir un altar a su sexo y crear un árbol de la vida abarrotado de cotidianidad y naturalismo. Elogia, además, a una de las autoridades del arte, recortando y disponiendo a la manera de un parche un cuadro, una figura azul de Picasso que da muestras de acrobacia sobre una palma caída. El asunto del equilibrista, elocuente en su creación vuelve a funcionar en el momento en que la mujer sobre un lápiz labial, como cuchillo afilado, enhebra desde el torbellino de su pelo un mundo onírico, repleto de signos; luego La Maternidad atraviesa el río San Juan sobre una cuerda real, llevando como cabellos una madeja de nubes blancas.

Ideas y soluciones plásticas se ofrecen sólidas en su concepción. Así la rama de un árbol no es sólo el elemento formal que funciona para colgar la tela – Contigo junto a los pájaros- sino que significa también conceptualmente lo mismo que cuando asume la presencia masculina a través de la presentación física de un saco de vestir.



Obra. ¨As de trebol¨. 1998. Aplicaciones y bordado. 100 x 70 cm.


Mayra Alpízar aporta una obra auténtica y singular que no permite encasillarse bajo el concepto de artesanía. Ella es precisamente la equilibrista que oblicuamente, desde las artes manuales, pudiera andar sobre la cuerda de los productos pictóricos más genuinos del arte cubano y latinoamericano actual, elevada por sus más encumbrados sueños y sin temor a la caída.

Odalys Martínez
Lic. Historia del Arte
Revista Opus Habana




No hay comentarios:

Publicar un comentario